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Retrato de una realidad torcida en Miedo y asco en Las Vegas

  • Ian Castelo
  • hace 4 días
  • 5 Min. de lectura
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Cada vez que pienso en las posibilidades que tiene el periodismo literario para penetrar en ciertas circunstancias sociopolíticas, recuerdo una frase que escribió el gran periodista mexicano Julio Scherer García, en la que equipara el ejercicio del reportaje con la humedad y el viento. Encontrarse con grandes obras periodístico-literarias como Asesinato de Vicente Leñero o la clásica A sangre fría de Truman Capote confirma que, en efecto, el agudo sentido de investigación permite que el ojo del reportero penetre, como el agua y el aire, en cualquier resquicio que aparente un hermetismo infranqueable.

Sin embargo, en Miedo y asco en Las Vegas de Hunter S. Thompson la sentencia de Scherer García se materializa por completo, se hace carne. La humedad y el viento se palpan en cada página protagonizada por el propio autor, reconocido en la historia bajo el seudónimo de Raoul Duke, en su frenético viaje hacia la ciudad de Nevada para trabajar en un reportaje de una carrera de motocicletas. Desde el principio de la travesía al corazón del sueño americano, Duke y su abogado samoano están completamente drogados, por lo que el acceso del lector a la realidad estadounidense se da bajo el crisol de las alucinaciones. El arranque marca la pauta, el estilo y la clave de interpretación de lo que Thompson cuenta a lo largo de la obra.

“Y de pronto hubo un estruendo terrible a nuestro alrededor y el cielo se llenó de lo que parecían vampiros inmensos, todos haciendo pasadas y chillando y lanzándose en picado alrededor del coche, que iba a unos ciento setenta por hora, la capota bajada, rumbo a Las Vegas.”

Hunter S. Thompson accede a la realidad de Estados Unidos por una puerta torcida. O más bien: Raoul Duke accede a la realidad torcida del país de la “libertad” por una de sus puertas: la del exceso, las drogas, el endeudamiento y la masacre. Lejos de esquivar el acontecer sociopolítico, su delirante y alucinatoria visión de los hechos permite atisbar de qué manera los valores de su nación están teñidos de sangre e hipocresía. Desde la cruda ironía, el autor cuestiona los fundamentos del llamado sueño americano.

Las Vegas es el escenario perfecto para sumergirse en las penumbras de los ideales estadounidenses. Al principio todo es diversión, desenfreno, excesos, ludismo: “Esta locura sigue y sigue, pero nadie parece darse cuenta. El juego dura veinticuatro horas al día en la planta principal, y el circo nunca para.”

Sin embargo, una pregunta resulta inevitable para el propio escritor: ¿por qué sentir miedo y asco en la ciudad paradisíaca? Entre las extravagantes imágenes de cocodrilos comiéndose a la gente y osos polares conviviendo dentro del Bar Tiovivo de Las Vegas, Duke y su abogado, el simpático Dr. Gonzo, se encuentran con la realidad política estadounidense que propicia día a día la masacre en Vietnam. Los medios de comunicación, en especial la televisión, juegan un papel importante durante esos momentos en que los desastres bélicos del otro lado del mundo parecen filtrarse en la tierra de los sueños. Pero la aniquilación a escala internacional no es la única que aparece como contrapunto de la idílica Las Vegas, pues también los crímenes “menores”, esos que se perpetran en las comunidades y bajo las leyes estadounidenses, manchan el ilustre historial de la nación norteamericana. Thompson se permite transcribir dichas noticias, como buen periodista que juega con la imaginación delirante y los datos duros. Así dice uno de los titulares:

“SUPUESTAS MUERTES DE INFANTES DE MARINA POR DROGA”. La nota sigue: “Washington (AP) - Un informe de un subcomité del Congreso dice que han muerto por uso de drogas ilegales ciento sesenta infantes de Marina norteamericanos el último año, cuarenta de ellos en Vietnam…”

Uno de los momentos más memorables de esta obra maestra del periodismo gonzo se da luego de que Duke y su abogado abandonan la carrera de motocicletas para cumplir su nueva misión en Las Vegas: cubrir una conferencia sobre el combate contra el consumo de sustancias ilícitas. Los drogos acceden al evento bajo los efectos del éter y la mescalina mientras se hacen pasar por agentes policiacos, intercambiando conversaciones con policías reales que desconocen todo lo relacionado con los estupefacientes. Esta escena no podría ser más irónica: las autoridades estadounidenses “se preocupan” por controlar el consumo de sustancias ilícitas en su país al mismo tiempo que Duke y su amigo samoano infringen distintas leyes en la misma ciudad de Las Vegas. Así lo dice el propio Raoul:

“Había violado todas las normas fundamentales de la vida en Las Vegas: había estafado a sus habitantes, había ofendido a los turistas, había aterrorizado al servicio. […] La mentalidad de Las Vegas es tan groseramente atávica que un delito de mucha envergadura suele pasar desapercibido.”

El frenético viaje contado en primera persona que emprende nuestro simpático reportero Raoul Duke revela una grave situación política y social que Estados Unidos enfrentaba (y enfrenta ahora) durante el gobierno del entonces presidente Richard Nixon. Las visiones desenfrenadas y los actos impulsivos causados por el consumo de drogas son la llave de acceso a esa realidad en la que el delito se confunde con la legalidad. Las Vegas, la región de la despreocupación y la gloria, se revela como el territorio de las contradicciones. Aquí la condición de Las Vegas según Duke:

“La única regla firme es No Estafes a los habitantes de la ciudad. De lo demás nadie se preocupa. Prefieren no saber. Si Charlie Manson se inscribiese mañana por la mañana en el Sahara, nadie se molestaría, siempre que diese buena propina.”

Las palabras de Raoul terminan por conformar una sentencia que golpea directamente a Las Vegas y al sueño americano: no hay diferencia entre las alucinaciones y la ilusión. Lo que sabe a idilio no es más que un cucharón de tierra sucia y sangre. Lo que promete ser el paraíso no es más que el patio trasero del infierno. En Miedo y asco en Las Vegas, Hunter S. Thompson no se permite silencios ni consideraciones de bondad. Cada escena es una exploración a ese torbellino llamado Las Vegas y a ese huracán interior que juega con la mente de los personajes.

Para cerrar, creo que merece la pena mencionar a un personaje al que el propio Thompson hace referencia varias veces a lo largo de la obra: Horatio Alger, un escritor estadounidense cuya vida transcurrió durante la segunda mitad del siglo XIX. A él se le atribuye, entre otras cosas, construir la narrativa fundacional del sueño americano: el hombre de condición humilde que con trabajo y esfuerzo puede alcanzar los más altos niveles de estatus económico y social. Es decir, el triunfo limpio del individuo dentro del sistema capitalista.

Sin embargo, Miedo y asco en Las Vegas se suma a esa serie de grandes novelas estadounidenses que arrojan luz sobre las fracturas internas de esa ilusión, tales como El gran Gatsby de F. Scott Fitzgerald o Las uvas de la ira de John Steinbeck. ⚅

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[Foto: Carlos Ortiz]



*(Thompson, H. S. (2009). Miedo y asco en Las Vegas. Editorial Anagrama).

 
 
 

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