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  • Ángel Carlos Sánchez

Reunida sobras, poesía


En uno de sus textos no tan recordados ni citados, Miguel Hernández llamó a los poetas de su tiempo a dejar “el museo, la biblioteca, el aula / sin emoción, sin tierra, glacial, para otro tiempo”. Y argumentó: “ya sé que en esos sitios tiritará mañana / mi corazón helado en varios tomos”. Uso sus versos ahora porque difícilmente habrá quienes nieguen al poeta de Orihuela una extraordinaria congruencia entre sus palabras y sus actos. Algunas décadas después, otro personaje de similar envergadura, Roque Dalton, utilizaría un heterónimo femenino (Vilma Flores) para afirmar que un régimen político puede ser juzgado “por el grado de peligrosidad que otorgue / al hecho de ser observado / por los ojos de un poeta satírico”. Siglos antes Catulo y Marcial habían hecho posible ese planteamiento.

A pesar de ello, han sido pocos los poetas contemporáneos, al menos en nuestro país, cuya obra cuestione no sólo al sistema, opresivo e injusto desde su misma estructura, a sus instituciones, verticales y corruptas, y a sus individuos, alienados y en su mayoría apáticos, sino también al “creador” literario mismo que le hace el juego al Poder con su complacencia o su silencio: el “poeta” de esta post modernidad neoliberal en la que sólo algunos se atreven a plantear no únicamente el acto poético sino las motivaciones más básicas de éste. Hoy más que nunca parece haber una gran cantidad de gente que quiere ser escuchada y aceptada como “artista” pero que es incapaz de poner atención a lo que verdaderamente nos amenaza como comunidad y como especie.

Ya Pessoa escribió alguna vez que “el poeta es un fingidor”, y parece que un gran número de quienes escriben versos en la actualidad ven en esas palabras una especie de justificación para fingir que se es poeta a cualquier costo, incluso sin llegar a entender los versos finales de la estrofa que comienza con el arriba mencionado: “llega a creer que es dolor / el dolor que de veras siente”. Casi todos quisieran ser reconocidos y recordados como el poeta portugués, pero muy pocos son capaces de comprender que la poesía está más allá de la grandilocuencia, la exageración y la paráfrasis. Y más acá. “Quiero escribir, pero me sale espuma”, dijo a su vez, sin pretensiones, el gran Vallejo, de quien me parece haber leído la crítica más certera ante el anquilosamiento y el desapego de ciertas corrientes literarias: “Alguien va en un entierro sollozando / Cómo luego ingresar a la Academia?”

En ese contexto aparece Sobras reunidas (antología de poesías & pensamientos inútiles), de Balam Rodrigo, editado por Los bastardos de la uva, cuyo primer capítulo (Poesías) parece, más que un vistazo previo a la revisión de una propuesta estética, un golpe despiadado contra la simulación, la mediocridad y el arribismo en los que se hallan estancadas muchas de las “poesías” que se publican en la actualidad. En esta parte del libro el autor revisa y cuestiona las principales “corrientes” poéticas que, según él, constituyen esa porción del mundillo literario no necesariamente artístico que hacen de la poesía en nuestro país un fenómeno extravagante y muchas veces cínico.

Así, considera al poeta “místico” “incapaz de hablar y tratar a otros hombres / con la humildad y la paciencia de los pájaros”. Dice del poeta de pueblo, con quien parece identificarse a sí mismo, que: “es una celebridad en su pequeño mundo”. Y, un poco a la manera de Dalton, de Hernández, de Cardenal, de Otto René Castillo y varios más, le reclama al poeta de escritorio “comprometido” que “poco sabe del hambre o de la sangre derramada”. Sin dejar de recordar a los “académicos” que “la poesía no es una ciencia”. Es en este capítulo también donde reconoce un vínculo poderoso con Máximo Cerdio, otro poeta chiapaneco que ha logrado un nivel crítico parecido, sobre todo por el libro Caldo de verga para el alma, de donde procede el extraordinario epígrafe que acompaña al poema Poiesis tractat (“muchas veces la gente cree que camina tomada de la mano de Dios, pero va agarrada de la verga del Diablo”).

Esa relación entre poéticas vecinas (lo digo también porque ambos autores son amigos y paisanos: originarios de la región del Soconusco) representada en el libro de Sobras poéticas por los capítulos primero (Poesías) y final (Poesías útiles), constituye una especie de estructura protectora de las propuestas a mi parecer más atrevidas, en los capítulos segundo (Pensamientos) y tercero (Sobras) y de un compromiso claramente humanista en el penúltimo apartado llamado Pensamientos inútiles.

Al contrario de lo que muchos escribidores de versos pretenden al ocultar las fuentes de sus paráfrasis, adjudicándose una originalidad que generalmente no resiste un análisis superficial, Balam Rodrigo declara orgullosamente las semillas conceptuales de algunos de sus poemas: desde la corriente poemuralista creada por el también soconusquense Roberto López Moreno, a quien homenajea con el poema Poemural alquimista (final con ángeles): lermar, sólo lermar, hasta un artículo de la revista Duda, lo increíble es la verdad, en la cual se apoya para escribir acerca del poeta “alienígena”. Pasando por el graffiti, el albur e incluso el chiste.

Tal diversidad de formas y temáticas ayudan a explicar el por qué de lo satírico del título del libro, pero opino que éste no alcanza a sugerir la presencia de versos amorosos al extremo como: “y el libro de tus ojos / cual recién asida primavera” o “atar y desatar las aves de tu nombre”, ni la dolorida sensación de que se vive siempre al borde de lo inhumano “para tocar su música de ahorcados” o “como si el pueblo que asesinas / no fuese también tu pueblo”. No me parece que Sobras reunidas busque acercarse a esa exquisitez insípida de la que alardean autores que buscan consagrarse, ni me recuerda mucho a libros transgresores ya aceptados por el canon.

Tampoco noto que intente sorprender con trucos u ornamentos exagerados. Hallo en él honestidad y franqueza que equilibran un humor ingenioso nutrido sobre todo del habla popular, lo cual hace agradable su lectura sin volverlo pretencioso ni dogmático. Seguramente habrá bardos, vates y hasta puetas que, inmersos en la alienada trama del capitalismo ambiental, se sentirán ofendidos al identificar en algunos textos sus propias rebuscadas existencias y querrán tal vez descalificar por eso la valía de este libro. También para eso ha sido escrito, pienso. Algunos, sin embargo, entenderán que la poesía tampoco es un dechado de pureza, pues ha sido escrita junto con el ser humano, según cita el autor “con una verga, no con un pincel”. ⚅

[Foto: Gonzalo Pérez]

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