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Subterfugios

  • Enzo Farías Molina
  • 12 may
  • 2 Min. de lectura

Es probable que nunca tenga preparada del todo la muñeca, ni los dedos suficientemente firmes para agarrar el lápiz, enfrentar la fiebre que trae a cuestas una hoja en blanco y escribir el más universal de los poemas. Y, aun lográndolo, puede que mis letras nunca consigan entibiar tus huesos incendiarios, y que no les alcance para estar a la altura de pálidas discusiones entre eminencias, en virulentos simposios planetarios. Es probable que me pase tres vidas enteras juntando ideas que no lleguen a ningún puerto, y que estas palabras tampoco alcancen a recorrer largas distancias. Puede que jamás vuelen más allá de las fronteras de esta patria —que es sin sol— y que nunca se derramen accidentalmente por el mundo, como subterfugios que germinen fértiles tierras futuras.

Y, sin embargo, aun siendo las cosas de esta forma, escribo. Escribo porque no cabe más opción. Porque cuando el trueno justiciero pase fulminándonos los ojos y descosa a lo largo las entrañas de la tierra, yo estaré escribiendo. Porque cuando estés buscando las respuestas correctas a las disonancias de la vida, podrás verme, estridente al borde del precipicio, apuntando contra vientos y mareas, algo más que preguntas simplonas, sin enjundia. Porque cuando respires al calor de aquella sonrisa, esa que nadie más que tú sabe cómo ajusticiar con un beso, vendré furtivo a componer las estrofas que siempre has de recordar. Porque cuando las paredes de tu casa amanezcan bombardeadas con frases incoloras, yo estaré de pie, hablándole a tu sombra, esperando de vuelta ese reproche que guardas, entumecido desde hace mil años, y que ha sido todo un calvario para mí.

Por eso escribo. Escribo y solo escribo. Escribo, siempre escribo: sin manos, sin voz, sin alas, sin luz. A todo o nada, simplemente escribo. ⚅

[Foto: Gonzalo Pérez]

 
 
 

1 comentario


Invitado
17 may

Las letras, una salida sin regreso, lo escrito, escrito está!

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