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El versus es una corbata de moño, un nudo que conforma en la garganta una contracción entre lo que se escucha y entre lo que se dice, entre lo que nace de ambos flujos. Su naturaleza es la de unirse en una danza de diferencias. Su carácter adversativo deviene de su etimología, que por principio, del latín significa hacia, que si lo vemos desde un enfoque físico, es impulso: fuerza que conlleva una fricción, y es ésta la manifestación de la realidad tal como opera en relación a la fuerza ejercida del hacia que implica un transformación del medio que toca. Es por eso su principio original, una relación directa con la del verso, que puede representarse como la fuerza ejercida ante la pasividad de un oído receptor.
Así, ad verso, an verso, con verso, di verso, intro verso, in verso, per verso, re verso, trans verso e uni verso, por ejemplo, son modos versales, que configuran el lente (prefijo) que refracta sus intenciones. Para el siglo XV el versus adquirió una franca acepción de contra, en torno a las reformas legales, discursivas y otros hallazgos científicos que encarnaron el Renacimiento. Por supuesto el versus desde una óptica dialéctica adquiere otras magnitudes de lectura, nociones ya vindicadas en el siglo XIX y XX, y es necesario, me parece, que los avances de la poética a través de los siglos, nos dan herramientas para entender la potencia de diseñar nuestra sombra. El negativo de nuestras proyecciones.
El siglo XXI es naturalmente (como lector de sí mismo), dialéctico, porque las fuerzas de la realidad han sido estudiadas a fondo y eso da oportunidad al desarrollo espiritual más que al religioso, lo cual garantiza un acercamiento más fidedigno a la verdad, que no es sino el misterio continuo. Con estas palabras comienzo para dar peso a esa guerra secreta que se desarrolló en el ámbito cultural político de lo poético en México, entre 2006 y 2016. Una década de pugilismo poemático, y a la vez, de la paulatina cooptación del ánimo adversativo para conformar el ala oficial.
Pero, qué es lo que determina hacia dónde nos desplazamos, y en qué momento, con la conciencia de éste hecho nos arrojamos al intento. Y qué mejor ejemplo es el de un poema que lleva una dirección y se encuentra con otro, que obviamente, lleva otra. Si el oficio del poeta es transformarse a sí mismo, el oficio del esteta es la de constituirse de acuerdo a la ley que determina qué es la belleza y por supuesto, la intención misma de configurar tal ley.
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1999 el versus tuvo una primera gestión convulsa en la redacción de El Universal Puebla, donde me correspondía redactar las secciones de Cultura y Tlaxcala. Dentro de mis sueños juveniles de atraer la atención hacia la poesía, exponiéndola de un modo lúdico para no caer en el anquilosamiento (en un periódico que publicaba fotografías de archivo de palomas para llenar la página), lo que pensé fue un modo irreverente —esa fue la preocupación en aquel tiempo— de presentar los poemas, y que desde el ángulo del versus podía generarse la adrenalina suficiente para suscitar en el espectador-lector, el interés en acercarse al contenido de dos poemas enfrentándose como adversarios, mas no cual enemigos.
Quién no ha atestiguado cómo la gente se reúne alrededor del box, lucha libre, artes marciales u otros deportes. De tal modo, mi lógica buscó captar la atención de quien entrara al periódico a través de un versus, que sería llanamente la exposición del trabajo de dos autores yuxtapuestos con distintas posturas estéticas. Era un simple marco expositivo donde no existía un enfrentamiento real, sino un gancho para atraer la atención sobre una supuesta trifulca literaria. Más que competencia, comparación.
La idea fue palomeada pero quedó en el banco de espera, entre tanto, despareció el periódico de Puebla y me integré a la redacción nacional, ante lo cual, la idea quedó enquistada y mi trabajo escritural tomó rumbo hacia el reportaje en Bucareli 8, suplemento que dirigía Alejandro Toledo, en el ala vieja del edificio, antes de la remodelación del 2000.
En ese tiempo la percepción que tenía sobre un versus no estaba asociada al ámbito literario, fue después cuando al calor de investigar el tema, descubrí una rica tradición, que abrevaba de lo popular, pero también de las Cortes. Los repentistas, los decimeros, los romanceros y otros modos ancestrales de ejercer la tecnología mnemotécnica.
Fue la época en que cofundé la revista de Verso Destierro y tuve oportunidad de pensar una sección que buscara también aquel impacto. Ante esto, no perdí oportunidad de proponerlo: Versus es el desplegado central donde se presentan dos estéticas antagónicas, cada una representada por un poema, y una síntesis conclusiva por la parte editorial.
La intención era didáctica, pero también implicaba asumir la poesía como un producto humano que representa una forma de vida. En esto radica el valor de enfrentamiento que adquiere el versus entre dos poemas que representan dos momentos lingüísticos en su máxima expresión creativa. Y esto responde también al por qué el ajedrez no es un juego capitalista, sin embargo conlleva el enfrentamiento de los contrarios, lo cual implica ya una tensión que apetece también dialéctica, cosa que fue el detonante para conformar a los “adversarios” como un lugar de encuentro, porque el término de enemigos era el detonante de una reflexión profunda de cómo en el medio literario, igual que en cualquier otro, la competencia se volvía un trabajo desleal, encubierto, una suerte de espionaje y contraespionaje donde la política se convertía en una guerra fría que terminaba con las clásicas prácticas de “ninguneo”. Y que continúa, cada vez con modos más sofisticados e imperceptibles, muchas veces, para quienes lo padecen y no alcanzan a entender el porqué de tal sesgo, achacándolo incluso a la suerte o una supuesta mala producción. ⚅
[Foto: Gonzalo Pérez]
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